foto: Captura de pantalla/Contramuro

Tarímbaro, Michoacán.-Eran las 9:00 horas de este viernes y cientos de feligreses comenzaban a hacer presencia en las calles del municipio de Tarímbaro para ser testigos del calvario que sufrió Jesús de Nazaret, el Galileo que fue torturado y crucificado por hacerse llamar el “Dios de los Judíos”.

Adultos, adolescentes y niños respondieron al llamado de esta Semana Santa, pues con ansiedad esperaban a que un joven de nombre Adán Rangel arribara a un vistoso escenario montado en la plaza principal de Tarímbaro para ser juzgado, azotado y crucificado de manera simulada ante la presencia de miles de firmes creyentes de la religión católica.

Entre las calles de la tierra de los toritos de petate y el pulque transitaban los actores que representaron a la Virgen María, Jesucristo, Poncio Pilato, Judas y Barrabas; todos ellos portaban vistosos disfraces y, en su papel, se alejaban de las mayorías, pues sus momentáneos renombres artísticos parecían darles cierta jerarquía entre los tarimbareses.

Entre un olor predominante a filete de pescado frito que emanaba de los puestos de comida, se apreciaba un ambiente familiar, en donde los mayores le explicaban a sus hijos el sufrimiento al que fue sometido Jesucristo para difundir un mensaje de paz en un ambiente de zozobra y limitantes religiosas.

Mientras unos sostenían rosarios en la mano, otros empuñaban latas de cerveza y vasos del típico pulque que ofrece Tarímbaro, pues pese a la celebración religiosa, algunos tarimbenses y visitantes de diferentes partes del estado no desaprovecharon la ocasión para probar esa peculiar bebida blanca hecha a base de la fermentación del mucílago -popularmente conocido en México como aguamiel-, del agave.

Cual si fueran centuriones romanos, los elementos de la Policía Michoacán presentes acordonaban el trayecto de dos kilómetros que el representante de Jesucristo recorrería más tarde. Era un operativo acorde al evento, pues de acuerdo con los informes preliminares de las autoridades de Tarímbaro, cerca de tres mil feligreses habrían arribado al municipio gobernado por el polémico Baltazar Gaona.

Fue en punto de las 12:00 horas cuando el vicario de la parroquia de Tarímbaro, José Antonio Méndez García convocó a las multitudes para presenciar el Vía Crucis que vivió en carne propia el hijo de dios al sacrificarse por un pueblo que lo desprestigio, ese mismo que fue víctima del criticado y sanguinario imperio Nazi durante la segunda guerra mundial.

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“Al rezarlo, recordamos con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos del pecado durante su pasión y muerte”, refirió el padre José, al momento de invitar a los feligreses a bajar sus sombrillas “para no obstruirle la vista al prójimo”.

Al término del breve discurso que emitió el padre del templo de la Virgen de la Escalera, los representantes de aquellos judíos que reclamaron la cabeza de Cristo aparecieron en el escenario para exponer el calvario que vivió Jesús de Nazaret.

“¡Mátenlo, crucifíquenlo”!, gritaban los protagonistas de la obra, mientras algunos infantes presentes pedían auxilio a sus padres para entender lo que estaba pasando.

“Fueron los judíos los que le hicieron eso”, le explicaba con ligeros tintes de racismo un padre a su vástago, mientras el infante intentaba analizar el contexto del sufrimiento que padeció Jesucristo mediante un argumento banal y retrograda.

Tras el rechazo de Herodes, desde un vistoso altar montado en la Plaza Principal de Tarímbaro, Poncio Pilato sentenció a Jesucristo a ser crucificado, con lo que arrancaron las torturas –simuladas- sobre Adán Rangel, quien desde hace ocho años ha venido representando al máximo estandarte de la religión católica durante la Pasión y Muerte que sufrió.

El gobernador, Poncio Pilatos, admitió que no había delito que perseguir en contra del hombre de 33 años, sin embargo, cedió a la presión política y en un acto insólito, optó por no ejercer la justicia y lo dejó a merced de la turba: “Júzguenlo ustedes”, se escuchó entre los rincones del municipio.

Fue así como el acusado junto con otros dos ladrones sentenciados a muerte, se dirigieron al Cerro Barrio de la Cruz, donde tres hoyos fueron acondicionados para sostener las tres mortales cruces.

Una presencia maligna rondó el Víacrusis en todo momento, pues mientras la muchedumbre avanzaba, los soldados azotaban incluso a los adolescentes que de manera curiosa querían aproximarse a la caravana de sentenciados.

Todo el recorrido estuvo plasmado de la violencia característica de los hombres y mujeres que se exacerba ante la mínima provocación que le da la vulnerabilidad, cuyo eco caló hondo en las criaturas más inocentes del mundo: los niños.

A lo largo de dos kilómetros los pequeños ansiosos buscaron la atención de sus padres para que ayudaran al lastimado hombre: “¡Papá, ya se cayó otra vez! ¡Yo quiero que ese monstruo (la muerte) se lleve a ese soldado tonto! ¡Yo le voy a dar unos buenos golpes a ese…!”, fueron varias de las sinceras exclamaciones que pronunciaron.

En el desahogo de la violencia de los soldados y la envidia de los fariseos, el climax del calvario que sufrió Jesús llegó cuando a dos metros sobre el suelo, fue clavado en la cruz que arrastró todo el camino y frente a unas dos mil personas un letrero selló su destino.

Uno de los soldados clavó –simuladamente- una lanza en su costado para corroborar que el hombre había expirado. Su madre, de nombre María, recibió el cuerpo inerte y casi deformado por la agresión.

José Antonio, sacerdote del pueblo, pidió a la multitud que se congregó alrededor de Jesús a reflexionar sobre las tres veces que cayó el “hijo de Dios” al señalar que “no es tan grave el caer sino el no levantarse. Muchos no tienen ganas de reemprender su camino, pero una mano amiga podría ayudarlos”.

Limpiándose la sangre ficticia que cubrió su rostro durante el recorrido, el personaje que representó a Jesús, Adán Rangel detalló que desde hace ocho años ha venido colaborando en el Vía Crucis de Tarímbaro de manera voluntaria.

“Para mi es un honor ver cómo la gente se emociona y disfruta con fe de lo que nosotros les ofrecemos”, dijo ante los cuestionamientos de la prensa.

Recalcó que año con año es cada vez más la gente que arriba a Tarímbaro para ser testigos de la peculiar obra, pues consideró que el viernes santo “vive arraigado en nuestro pueblo”.

Entre las peculiaridades que ha vivido al ocupar este papel, le dijo a la prensa que hace aproximadamente dos años, el viento y una amenaza de lluvia golpearon sobre Tarímbaro una vez que fue crucificado. “Era como si todo estuviera siendo real, se te pone la piel chinita”.

Una vez que concluyó el Vía Crucis, las multitudes se dispersaron para dirigirse tanto a las características pulquerías del municipio, como a la Plaza Principal de Tarímbaro para degustar la variedad de platillos que este viernes se ofertaron en cada rincón de la localidad.