La vulgaridad como cultura política
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Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus

Insultos, palabrotas, vituperios y slogans que harían sonrojar al más avezado de los mercachifles se han convertido en la principal arma de la oposición política, esto ante la falta de una verdadera vocación y oficio que den muestra de cómo se hace política desde la minoría.

Pensar que las mayorías siempre tienen la razón es un razonamiento bastante peligroso y que en la historia ha dejado ya varias pruebas de sus riesgos, por ello las minorías siempre tendrán relevancia en una sociedad democrática. Pero pensar que carecer de posibilidad alguna de triunfo es una invitación a caer en el exceso también es bastante nocivo.

Hoy somos testigos de cómo, ante la falta de argumentos válidos, la oposición se limita a los lugares comunes, las descalificaciones de siempre y cada que es posible, a la vulgaridad y el insulto.

Para muchos comunicadores estas muestras de “conflicto” son oro molido, y serán, sino primeras planas, al menos una buena nota que invita al morbo, casi siempre para sumarse a la vulgaridad, ya sea a favor o en contra de quienes lanzaron la primera piedra.

Lejos de atender los verdaderos problemas políticos que enfrenta la nación, estas actitudes desvían la atención y solamente convierten la política en un circo muy grande pero barato a más no poder.

Es muy triste para la oposición que estas actitudes no les vayan a granjear ningún avance o victoria significativa, pero la verdadera tragedia es que la calidad de la democracia y de la cultura política nacional están en franco declive, por ello no es casual que el Tiktok y demás redes sociodigitales sean hoy por hoy la palestra política más importante de la nación.

Parte de estas actitudes vulgares se convierten en credo, y así particularmente el PAN nacional está auspiciando actitudes verdaderamente deleznables. Por ello podemos atestiguar cómo algunos de sus legisladores defienden posturas verdaderamente calamitosas, como el retorno del fascismo en Italia y triunfos de la ultraderecha europea.

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Ese camino escandaloso ya se ha recorrido en Estados Unidos y Donald Trump se ha convertido en su principal representante, lo que ha llevado a la ruina de la democracia del vecino del norte. Si la democracia mexicana nunca ha sido la más saludable, caer en estas actitudes sólo puede representar un riesgo de caer a posiciones autoritarias inusitadas.

En momentos como este es necesario apelar a un mayor nivel en el debate, desafortunadamente es algo que no va a llegar del presidente, quien está bastante entretenido con tan baja politiquería y se empeña en meter a todos sus críticos en el mismo costal: son conservadores.

Es por ello que el periodismo tiene una gran batalla por presentar, nadando contra corriente y elevando tanto como le sea posible el nivel del debate, evitando caer en la provocación de solamente informar sobre aquellos temas que por medio del escándalo generan llamaradas de petate.

Pero aquí también hay que reconocer los límites, pues los periódicos no deben vivir para el dinero, pero sin éste tampoco tienen posibilidades de sobrevivir, y lamentablemente, si el público quiere circo, pues circo es lo que se le suele vender.

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