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La elección del Estado de México ha colocado al Partido Revolucionario Institucional en posibilidad de pelear y de ganar en el 2018. No, no es un triunfo contundente, es una victoria muy apretada y que seguramente se va a controvertir en los tribunales, aunque objetivamente dudo que el resultado pueda variar por una decisión judicial.

Así, de estar prácticamente en la lona, el priismo retoma la posibilidad de volver a ganar la Presidencia de México, no será nada fácil por supuesto, pero ya tiene oxígeno puro para estar en la contienda. Y sí, creo que es la última oportunidad para el PRI. Es la última posibilidad para que retome de manera auténtica las mejores causas de México, que encabece una genuina transformación del Estado Mexicano, la transformación en este sentido debe venir del partido mayoritario, si no estará destinada el fracaso. El sistema político mexicano ya no aguanta más parches, es necesario que se haga una cirugía mayor, una transformación de fondo que lo renueve y, de paso aliente de manera contundente el ánimo de los mexicanos. En efecto, el cambio debe ser impulsado desde el interior del PRI, pero el requisito fundamental es que el partido se trasforme atendiendo a los legítimos reclamos de su militancia.

El PRI sin su militancia no sería nada y desafortunadamente, no se le ha dado la importancia que verdaderamente tiene. Desde la XIV Asamblea Nacional se habló de la necesidad de reconocer el mérito partidista, se diseñó inclusive una cartilla del militante, pero este esfuerzo se fue al bote de la basura. En la próxima Asamblea Nacional debe retomarse con fuerza este tema, pero además, debe transparentarse y democratizarse el nombramiento de los candidatos. El PRI, puede terminar de una vez por todas con el dedazo, con la voluntad omnipotente de los gobernantes para imponerse en las candidaturas de sus allegados y a sus propios familiares, debe poner fin a las dinastías. Se trata de implantar la legalidad al interior del partido, empezando por auténticos procesos electivos de sus dirigentes, pues hasta la fecha es difícil encontrar un proceso democrático de elección de sus dirigentes.

Mucho ha lastimado a la militancia de ese partido los candidatos improvisados, hijos de políticos, de ricos o simplemente por tener la simpatía del gobernante en turno; inclusive se han tomado la tremenda autoridad de hacer gobernadores por decreto y de improvisar equipos detrás de ellos aduciendo una militancia tricolor. Ante este estado de cosas, no ha sido posible una militancia fuerte que detenga estas decisiones arbitrarias. La democracia y la justicia social se han quedado en mero slogan porque cobijados en las siglas del tricolor han llegado al poder muchos que han provocado sus peores debacles. El PRI se ha llenado de políticos sin formación ideológica y sin sensibilidad para atender a su militancia. Verdaderos déspotas y arbitrarios que se han servido del partido y que han huido en las derrotas. Hoy el PRI tiene la última oportunidad para acabar con estos vicios y poner orden en su vida interna. Nunca más un dirigente que no salga de la decisión democrática de los militantes, tampoco un servidor público que no tenga muy arraigada la vocación y la militancia política, mucho menos se debe admitir un candidato impuesto por políticos vetustos y caciques al interior del partido. El PRI está llamado a ser el partido de las transformaciones, como lo fue en su origen, pero solo será posible si se sacude esa militancia inútil y que tanto daño le ha hecho. El campo mexicano requiere un partido fuerte que lo reivindique, los migrantes en su lucha, los obreros, la clase trabajadora, la clase popular, los estudiantes, muchos sectores que no tiene quien los represente hoy requieren de un PRI renovado. No debe haber miedo ni tolerancia para los corruptos.

Hoy más que nunca se justifica revisar las grandes fortunas de los políticos, del partido que sea, pero el PRI está llamado a limpiar el país de los saqueadores. No más militantes de dudosa reputación política o candidatos que lleguen solo por su grandes fortunas, nos más candidatos improvisados. Muchos se han dolido de los candidatos impuestos pero no han hecho nada, hoy estamos ante la última oportunidad que no debe desperdiciarse. La asamblea nacional que se avecina parece no tibiar a los priistas, pero realmente es la única posibilidad que tienen para acabar con muchos procesos amañados. Lo que suceda en el PRI impacta para bien o para mal a México y deben estar conscientes que la única forma de cambiar es provocando transformaciones internas que democraticen el instituto político y liquiden a la necesaria pero nefasta fauna política que merodea al priismo. En todo esto los jóvenes tiene la palabra, pero claro se requiere arrojó y valentía ante la última oportunidad que veremos si la tienen los nuevos priistas. Solo recuerden, es la última oportunidad, si no hay cambios no habrá más PRI, ni en el 2018 ni después, porque quien llegue está obligado a las transformaciones. Así, estamos ante la última oportunidad para el PRI.

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